Esta es la tercera pieza de Pina Bausch que entra en el repertorio de la Ópera de París. Después de La consagración de la primavera en 1997 y Orfeo y Eurídice en 2005, Kontakthof va un paso más allá al poner a los bailarines de la ópera cara a cara con el Tanztheater y los gestos característicos de la coreógrafa de Wuppertal. Una pieza creada en 1978 que comienza con una veintena de bailarines en un salón de baile con un tango de los años 30 cantado en alemán. Este es el comienzo de una sucesión de escenas que multiplicarán las perspectivas sobre las convenciones, las relaciones, el contacto físico, la violencia y la sexualidad. Y gradualmente sacarán a la luz el mosaico de la sociedad alemana de los años 30. Dura 3 horas, podría durar toda la noche. Pina Bausch la repetiría más de 20 años después con bailarines mayores de 65 años, completamente aficionados. Y en 2008 con adolescentes de Wuppertal como la transmisión de este trozo de la historia humana a una nueva generación. Una experiencia extraordinaria que dio origen al documental «Dancing Dreams: In the Footsteps of Pina Bausch» y a la primera gira tras el fallecimiento de la coreógrafa.
Recordamos todo esto cuando los bailarines de la Ópera de París suben al escenario de la Ópera Garnier. El contraste es total entre el «Kontakthof» de los adolescentes dando sus primeros pasos y el de los virtuosos bailarines de la Ópera de París. La técnica es impresionantemente precisa, los gestos se dominan a la perfección donde los adolescentes se agarran. Pero el «Kontakthof» de los adolescentes era increíblemente más vibrante que el que nos presenta la Ópera de París. Cuanto más avanza la pieza, más nos damos cuenta de que este «Kontakthof» es danza, más que representación. Y la estrella coreográfica se extingue cuando falta una de las dimensiones esenciales del «Tanztheater» de Pina Bausch: la narrativa. Esto es evidente cuando los hombres se agolpan alrededor de una de las bailarinas para convertirla en un simple objeto sexual, sin identidad, sin voluntad, sin consentimiento. Y cuando la música cesa al final del espectáculo, el sonido de los pasos rítmicos de los bailarines ya no tiene la misma violencia.