Hasta donde recuerdan los espectadores habituales, no ha habido muchos intentos de representar una ópera en el escenario del Parvis. Vimos uno hace unos días, hace 18 años. Era Madama Butterfly de Puccini, puesta en escena por la Ópera Nacional de Poznan, Polonia. Gracias a mis archivos. Un espectáculo que no convenció del todo, a menos que se tomara al pie de la letra la visión kitsch del teniente Pinkerton, con su larga melena rubia, y su actuación, que parecía más un viaje en barco que una tragedia al estilo japonés. En resumen, nos fuimos pensando que el escenario del Parvis probablemente no podría presentar una ópera digna de ese nombre, ya sea por razones técnicas, artísticas o económicas.
Y ahora el Parvis nos ofrece Tosca, del mismo Puccini, en una producción del Théâtre Impérial - Opéra de Compiègne. No, no una transmisión en directo desde la Metropolitan Opera de Nueva York, como suele ofrecer. Pero una versión real en vivo, en el escenario ante nuestros ojos, lista para ser deslumbrada. La ambición de la propuesta, la rareza del evento y la curiosidad prevalecen: aquí estamos, sentados frente al escenario oculto por el gran telón rojo. Como era de esperar, no somos los únicos en hacer el viaje, ya que el telón se abre ante un teatro abarrotado. Por supuesto, no estamos ni en la Ópera Garnier ni en la Ópera de la Bastilla. Claro que no esperamos experimentar plenamente la fórmula mágica de la ópera con su gran orquesta, voces de ensueño, elenco rico, coros, vestuario y escenografía impresionante. Queda por ver si Tosca logra escapar de las grandes salas. Desde los primeros minutos, notamos que las voces están ahí, con Axel Fanyo en el papel principal, Christian Helmer como el jefe de policía Scarpia y Joel Montero como Mario. La música también, con la Orquesta de Frivolités Parisiennes dirigida por Alexandra Cravero. Aunque el elenco es reducido, aunque no hay una multitud de soldados, policías, nobles, aldeanos y artesanos que formen el coro, curiosamente reemplazado por una banda sonora mientras todo lo demás cobra vida. Aunque la puesta en escena, los decorados y el vestuario se ven limitados por la modestia del formato, esta Tosca empieza a funcionar. Y la relación entre la cantante enamorada del pintor y el jefe de policía, que usará su poder para intentar poseerla, cobra vida ante nuestros ojos. Una hora y media francamente encantadora que abre hermosos horizontes. Un entusiasmo compartido por los espectadores del Parvis, como lo demuestran los fuertes aplausos al final de la función.